Una entrevista a Maryhen Jiménez.

Maryhen Jiménez es investigadora en la Universidad de Oxford, donde obtuvo su PhD en Ciencia Política (2020) y MPhil en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Oxford (2015), ambos con distinción. Ver más…

Es politóloga summa cum laude por la Universidad Goethe Frankfurt (2012). Su área de investigación abarca los campos del autoritarismo comparado, democratización, movimientos de oposición y partidos políticos. Su tesis doctoral recibió el premio Lord Bryce de la Asociación de Estudios Políticos del Reino Unido (PSA) como mejor tesis en política comparada en 2021. En 2023, la Sección de Estudios Venezolanos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) otorgó mención honorífica a su artículo “Contesting Autocracy: Repression and Opposition Coordination in Venezuela” publicado en 2021. Ha sido investigadora invitada en la Universidad de Princeton y CIDE (México) y realizado estadías de investigación en la Corte Inter-Americana de Derechos Humanos en Costa Rica y en la División para las Américas de Human Rights Watch. Sus investigaciones han sido publicadas en diversas revistas académicas y libros en Europa y América Latina. Igualmente, sus hallazgos han sido divulgados en prensa y programas de radio a nivel nacional e internacional.

Esperaba con ansias esta entrevista. Entender los procesos de transición ha sido uno de mis mayores intereses y tuve la oportunidad de entrevistar a Maryhen Jiménez. Esta entrevista no podía desaprovecharla.   

Existe mucha literatura reciente que aborda el tema de las transiciones políticas, muchas de las cuales he consultado en busca de explicaciones sobre por qué Venezuela no ha logrado una transición a la democracia. Es evidente que la literatura puede ofrecer respuestas sobre dónde se erró y qué hacer para mejorar, sin embargo, no puede sustituir al hecho en sí mismo. Al final se reduce a esto: la literatura ayuda a estudiar el pasado para entenderlo y evitar cometer los mismos errores, pero no garantiza un futuro exitoso. 

Veo esta entrevista como una contribución a esa literatura que ayuda a entender el complejo proceso que nos ha tocado a los venezolanos, para aprender de algunos de los errores que todavía no hemos podido resolver.

  1. ¿Por qué la coordinación de una oposición es tan importante para lograr una transición hacia la democracia?

Esta pregunta en sí es un objeto de estudio fascinante. Las coaliciones de múltiples actores son contra natura. A priori, no se esperaría que grupos ideológicamente distantes se alíen, a menos que sea por un motivo común y puntual, como puede ser el caso de cambio de régimen político. Cada grupo que hace vida en el campo opositor, es decir, en el amplio espectro de actores anti-gobierno, tiene una visión del mundo distinta, diversas formas de hacer política, persiguen intereses y objetivos heterogéneos.

Sin embargo, en regímenes autoritarios -competitivos o cerrados- las instituciones están diseñadas para afectar el rendimiento de la oposición de manera negativa. Es ahí cuando la coordinación juega un papel tanto en la supervivencia como en aumentar la competitividad de las oposiciones. Coordinarse entre pares -pese a los obstáculos internos (heterogeneidad) y las estrategias que se usan desde el poder para dividir- ayuda a aglutinar fuerzas para así limitar la asimetría de poder diseñada por el gobierno y, en casos exitosos, alcanzar victorias electorales a nivel local, regional, nacional o legislativo. 

  1. ¿Cómo se traduce ese ‘aglutinar fuerzas’ en la práctica?

Recordemos que aglutinar fuerzas es necesario por el contexto no-democrático. Dicho de manera simple, los actores que buscan un cambio político deciden abonar una ruta común para intentar competir en un ambiente que les desfavorece. La cancha está inclinada en su contra y, por tanto, toman una serie de medidas que les permita mejorar su competitividad y superar los obstáculos impuestos desde el poder.

¿Cómo lo hacen? Por ejemplo, coordinando y compartiendo recursos. Puede que un partido disponga de más recursos financieros, mientras que otro cuente con una mayor presencia regional o local. Incluso, alguno podría contar con mayor know-how que otro. Es allí donde se puede dar una colaboración de esfuerzos, tanto materiales como inmateriales, que permita a su vez construir una inteligencia colectiva en términos políticos, sociales, geográficos y culturales. 

Además, pueden crear propuestas y ofertas electorales conjuntas con la capacidad de atraer a un electorado más amplio. Evidentemente, en tiempos de elecciones en estos contextos, la polarización entre bloques se tiende a simplificar. Es la lucha por el poder entre una coalición opositora (heterogénea) y una coalición autoritaria (también heterogénea). Sin embargo, el electorado opositor es tan diverso como los partidos que lo representan. Por lo tanto, cuando los partidos de oposición se coordinan y ofrecen un programa común y negociado entre ellos, pueden amplificar el alcance de su propuesta. 

La forma más evidente de coordinarse es a través de la creación de una coalición electoral que presente candidatos únicos y elabore estrategias colectivas mediante reglas internas (mecanismos de toma de decisión y resolución de conflictos). Este tipo de coordinación lo he denominado “coordinación formal”. Si bien la coordinación es difícil de alcanzar, dado que implica renuncias a nivel individual para invertir en lo colectivo, esta estrategia puede brindar alguna estructura, estabilidad y previsibilidad al mundo opositor, contrarrestando la estrategia clásica autoritaria de «divide y vencerás».

También existe otro tipo de coordinación, la que llamo “informal”, que sería aquella que se forma en torno a acciones puntuales, como protestas o reformas específicas. En estos casos diversos actores, partidistas y no-partidistas se reúnen en un espacio, sin reglas internas, para llevar a cabo una serie de acciones con un fin común, por ejemplo, desplazar a quien ostenta el poder. 

  1. ¿Qué me puedes decir de la coordinación opositora en la Venezuela de hoy?

En el caso de Venezuela ha habido varios ejemplos de coordinación opositora, tanto formales como informales. El esfuerzo formal más longevo y exitoso, edificado principalmente para competir en elecciones, fue la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Varios partidos de la oposición decidieron construir una alianza para incrementar su capacidad de cara a un gobierno-partido-Estado que se tornaba cada vez más autoritario. Establecieron una Secretaría Ejecutiva, que a su vez creó comisiones de trabajo, reglas internas para la toma de decisiones y también algunos mecanismos de resolución de conflictos.

En el 2015 vimos cómo, después de su gran victoria, decayó ese espacio y ese tipo de coordinación se fue perdiendo con el tiempo. Los actores han intentado recomponer los espacios de interacción mutua, pero hasta ahora, solo lo han alcanzado de manera puntual en el marco de la Plataforma Unitaria. Recientemente, por ejemplo, la Plataforma Unitaria creó la Comisión Nacional de Primarias, una instancia con una tarea muy específica y delimitada, para regir el proceso de las elecciones primarias de octubre de 2023. Fue una modesta institución que surgió de una necesidad específica que era elegir un/a candidato/a común. 

Además, pensaría que estos esfuerzos han aportado, así sea de manera limitada, a restablecer vínculos con la sociedad. Simplificando un poco, a la sociedad venezolana le importa votar. La coordinación en torno a procesos electorales brinda la oportunidad de dar cauce a ese valor. Consistentemente, las encuestas han recogido que los votantes valoran el concepto de “la unidad” y se frustran cuando la oposición presenta múltiples candidatos porque eso conlleva a la derrota. Lo que yo denomino coordinación, que en aquel momento se manifestaba con la simbología de “la manito”, siempre es reclamado por la sociedad. Y no solo a lo interno, desde el exterior, los actores internacionales también exigen coordinación.

Cuando se logra la coordinación, esto tiene, además, un valor simbólico, pues demuestra que estos actores son capaces de dirimir las diferencias por un valor mayor (idealmente, la democracia). 

De hecho, la sociedad venezolana ha premiado esa decisión en el pasado, y lo hace de nuevo con la primaria. La primaria dice dos cosas:

  1. La sociedad venezolana prefiere un mecanismo constitucional, electoral, pacífico para buscar un cambio de gobierno y sistema.
  2. Se valoran los esfuerzos de los actores opositores al buscar mecanismos conjuntos. 

La sociedad también ha entendido que, en un contexto autoritario con censura, de violaciones de derechos humanos, de acoso y persecución, la coordinación es crucial y está dispuesta a salir a la calle en busca de una opción coordinada que facilite o que aumente su capacidad de victoria. 

Por tanto, establecer reglas para dirimir los conflictos y así coordinarse es particularmente importante porque siempre ha habido facciones dentro de la oposición que se han sentido incómodas, ya que las reglas comunes restringen la acción individual. 

Por otro lado, las victorias que han resultado de esfuerzos de coordinación ha llevado a algunos actores a pensar que ya no necesitan de esa instancia. 

De aquí se pueden analizar dos cosas:

  1. Como muestran mis trabajos, la coordinación y la represión tienen una relación dinámica. Sin amenaza externa (represión) la coordinación tiene poco sentido para los actores, pues cada quien piensa que puede alcanzar sus metas por sí mismo. Por otro lado, mientras la oposición esté más coordinada representa una amenaza mayor y el gobierno tendrá más incentivos para reprimirla o fragmentarla. 
  2. A medida que una coordinación arroja resultados (electorales), los dilemas dentro de la misma oposición cambian. En ocasiones, algunos actores consideran que la coordinación ya no es necesaria. Esto puede ser debido, por ejemplo, a que no desean compartir los éxitos y beneficios de una posible transición con otros. La lógica es que mientras menos se comparta la «torta», más quedará para cada individuo.
  1. Vamos a desarrollar esto un poco más. No había considerado que a mayor coordinación dentro de un grupo opositor, esto podría ser contraproducente a futuro. ¿Por qué sucede esto y crees que parte del problema opositor en Venezuela ha sido esto? 

No me atrevería a decir que es contraproducente. Sin embargo, mientras más coordinados estén, más posibilidades habría de generar un cambio, y cómo estos partidos compiten entre sí -pues buscan ganar espacios individual y colectivamente- los conflictos internos se pueden exacerbar en momentos de victorias.

Venezuela es un país muy personalista y esto se refleja en su política. Este rasgo ha aumentado durante los últimos 25 años a medida que se ha desmantelado la institucionalidad democrática para construir otra, de nichos, redes y contactos. La lógica personalista del poder y la política también se encuentra en los partidos de oposición, en diferentes escalas. 

Aunque los partidos pueden unirse para utilizar de manera más efectiva los recursos disponibles, también están interesados en asegurar su propio éxito individual en el corto y mediano plazo. 

Es importante tener en cuenta que la coordinación puede aumentar la capacidad colectiva, pero implica (algo de) restricción o limitación individual. Los actores deben ceder parte de sus intereses individuales para contribuir a una instancia colectiva, que es la que permitirá avanzar. Sin embargo, ese momento cerca de la victoria o después de ella puede ser perjudicial para la coordinación. Al verse cerca del éxito vuelven a su naturaleza competitiva para beneficiarse más que los otros. 

Si bien es natural que entre partidos haya conflictos y competencia, el dilema de fondo es que en autoritarismo las luchas individuales pueden retrasar metas y avances colectivos. Por ejemplo, si un partido busca beneficiarse individualmente y toma una ruta arriesgada e extrainstitucional, no acordada dentro de la coalición, pone en riesgo la coalición y también se pone en riesgo a sí mismo; eso puede implicar exilio o persecución, afectando al partido individualmente y al movimiento opositor en su totalidad. 

  1. Lo que observo es que la coordinación es un dilema muy grande para los partidos políticos en Venezuela, porque sí naturalmente tienen una forma personalista de ser, donde la figura del partido tiene que relucir o beneficiarse de alguna manera, la coordinación es aún más complicada. Esto se nota de manera histórica; no digo que sea bueno ni malo, sino que es lo que se observa, que implica que la coordinación es menos posible porque siempre hay un interés particular que se sobrepone al colectivo. 

Sí, eso, en parte, ha sido así. Aquí es importante una precisión. La coordinación ha sido difícil de construir por la diversidad de los actores que forman parte o hacen vida en la oposición: hay una oposición partidista y una oposición no partidista. La no partidista va desde gremios, sindicatos, asociaciones, ONGs, hasta sector privado. Alinear todos esos intereses es muy complejo.

Recordemos, que durante los últimos 25 años se ha debilitado deliberadamente el sistema de partidos, disminuyendo de entrada su capacidad de influir en la toma de decisiones. Los partidos no cuentan con financiamiento público, por ejemplo. Entonces durante los primeros cinco años del primer gobierno de Chávez, quienes tenían más peso en el seno antichavista era el sector privado, los medios de comunicación y actores de la sociedad civil. Fue durante este período que se tomaron decisiones estratégicas extrainstitucionales, como el intento de cambio mediante el golpe en 2002 o el cambio a través de protestas masivas.

Después de estos fracasos, los partidos recuperaron relevancia. A partir de 2006, comenzó una coordinación informal en torno a la figura de Manuel Rosales. La oposición empezó, en gran medida, a construir su estrategia de cambio en torno a mecanismos institucionales. 

Entonces, adicional al dilema sobre si coordinarse o no, y cómo coordinarse, surgen nuevos dilemas cuando se notan los frutos de esa coordinación, como explicaba antes. Es en ese momento, cuando la oposición se vuelve más competitiva pese al cierre de espacios, la persecución y la represión, es que van surgiendo “spoilers” de la coordinación, que quieren cobrar individualmente la victoria y quieren desplazar a los actores que están liderando.

De estos procesos surgen diferencias entre las visiones estratégicas, y esto ha sido una división histórica en la oposición venezolana: grupos que han priorizado mecanismos institucionales y otros que han preferido mecanismos extra institucionales para alcanzar sus objetivos. Estas posturas no son rígidas. Por el contrario, pueden cambiar dependiendo de los momentos históricos. Un actor moderado puede radicalizarse y un actor radical puede moderarse en el tiempo.

Lo vemos hoy, por ejemplo, con el caso de Maria Corina Machado. Ella había estado antes en el bloque del cambio vía “ruptura”, es decir, del desplazamiento de actores, mediante presión interna y externa. Se mantuvo por años en ese nicho radical. Ahora, a medida que ha podido crecer electoralmente y ser una opción para múltiples sectores sociales, entra en la ruta institucional. 

Entonces, vemos que cuando los actores perciben una competitividad real personal o detectan que otro miembro de la coalición está en un momento de debilidad, pueden sentir la tentación de querer reemplazarlos o desplazarlos para obtener mayores beneficios individuales. Esta competencia es natural, ya que los partidos siempre compiten entre sí, pero el problema subyacente es que se encuentran en un contexto autoritario.

  1. Ya que mencionaste a María Corina Machado, ¿no crees que su abultado margen de victoria en la primaria podría sabotear la coordinación?

Esa es una pregunta crucial. A primera vista, ella y sus seguidores, pudieran concluir que no tiene motivos para coordinarse con los perdedores de la primaria, especialmente debido al amplio margen con el que ganó. 

De hecho, María Corina, ha destacado que el resultado de la primaria representa un antes y un después y con ello un punto de inflexión en la política venezolana. Desde siempre, ha querido distanciarse de la política opositora tradicional, sobre todo de actores “socialistas” y “corruptos”. 

  1. Ese deslindarse es un poco entre comillas, porque ella siempre ha sido partícipe de esa oposición tradicional. 

Ella es parte del establishment opositor. Ha sido legisladora y víctima de represión; ha apoyado protestas, sanciones, e incluso al “gobierno interino”. Mantuvo, hasta hace poco, una línea de crítica dura hacia sus pares y el lema moralista de “no negociación con un gobierno criminal”. Sin embargo, al ganar la primaria, se enfrenta a una serie de nuevos dilemas, pero también necesidades. Ahora lidera un proceso más complejo: enfrentarse a un partido-Estado mucho más autoritario que hace unos años y lidiar con demandas más heterogéneas de la población. 

Pero, volviendo a la pregunta que me haces, ¿puede ella deslindarse de la oposición tradicional o puede ella prescindir de la coordinación? 

Respecto a si puede distanciarse de la oposición tradicional o prescindir de la coordinación, es importante recordar que participó en una primaria organizada por esa misma oposición tradicional. Al hacerlo, se comprometió con ciertos lineamientos y acuerdos, aunque muy generales, que, en teoría, la obligan a mantenerse vinculada a esos grupos. Más allá de esos compromisos adquiridos, ella pudiera ser la primera interesada en coordinar y democratizar a la oposición. Compartir los costos de los desafíos por venir puede ser de su interés. Además, necesitará de todos los partidos y grupos no partidistas para hacer una campaña atractiva. 

  1. A nivel de coordinación regional, me parece muy importante esto que comentas, porque Maria Corina tiene un partido sin presencia regional importante. No la ha tenido porque es un partido más reciente que los partidos opositores tradicionales. ¿Tú crees que, dada la victoria, tenga la capacidad de fomentar su estructura regional? ¿Crees que puede apoyarse en unos partidos que tradicionalmente han tenido estructura, como Acción Democrática y PJ? Yo veo parte del problema de María Corina aquí, en cómo ella puede lograr mover el interior del país.

Esto lo podemos explorar desde diferentes ángulos. 

En primer lugar, Maria Corina pasa de ser una “política de nicho” a ser liderazgo nacional, electa en unas primarias, en diferentes estados, y también en el extranjero. Eso demuestra dos cosas: primero, que la ruta electoral puede servirle, y segundo, que ahora tiene incentivos para construir su partido y llegar a sectores más amplios de la sociedad. 

Sin embargo, para mantener la ruta electoral “abierta” y crecer individualmente, María Corina necesita aliados, incluyendo a partidos como AD, PJ y UNT. Estos partidos, aunque están en un momento crítico, tienen conocimientos y experiencias que pueden contribuir a sus objetivos. Para contar con ellos, María Corina tendría que reconocer el valor de cada uno y trabajar en una estrategia coordinada, en lugar de intentar avanzar sola. Si no lo hace, correría el riesgo de alejarlos y enfrentar posibles repercusiones, como la falta de apoyo para movilizar a la población y alcanzar sus objetivos a nivel nacional.

Por otro lado, María Corina ha logrado atraer a sectores no partidistas a través de su “enfoque ciudadano”. Esta estrategia le permite vincular a diversos simpatizantes personalmente a su causa, sin depender necesariamente de un partido político. A la vez, esto representa una oportunidad para redefinir la relación entre la sociedad civil organizada y los partidos, que atraviesan un momento de desprestigio.

Es importante tener en cuenta el papel crucial que juegan los actores no partidistas, como organizaciones humanitarias y líderes comunitarios, que han surgido como “referentes no buscados” en reemplazo de los partidos políticos en muchas comunidades. Sin embargo, estos actores a menudo se sienten ignorados y/o utilizados por los partidos políticos, lo que genera tensiones y desconfianza.

En resumen, María Corina Machado tendría la oportunidad de liderar una estrategia inclusiva que incorpore tanto a los partidos políticos tradicionales como a los actores no partidistas. ¿Será posible construir una estrategia conjunta basada en colaboración, pluralismo y respeto? El tiempo lo dirá. 

  1. ¿Y qué me puedes decir de la sociedad civil?

La sociedad civil en Venezuela juega – y debería jugar- un papel fundamental en la democratización del país. Sin embargo, es importante reconocer que la sociedad que desea un cambio aún no ha logrado homogeneizar sus demandas. Existe un claro deseo de un cambio de gobierno. Pero ¿qué tipo de cambio? ¿Qué tipo de democracia? ¿Qué tipo de instituciones y relación Estado-Sociedad? 

Por un lado, el desprestigio de los partidos y, en consecuencia, el surgimiento “accidental” como “referentes no buscados” de dirigentes y organizaciones de la sociedad organizada, pudiera representar un momento de inflexión en la política venezolana. 

Recordemos que Venezuela es un país centralizado, en muchos sentidos. En la mayoría de los partidos y sus cúpulas se piensa que la política “es de ellos” y no de la sociedad. Se ha creado una cultura de dictar qué hacer y cómo hacerlo. Sin embargo, precisamente a raíz del desgaste y limitada representatividad de los partidos y sus liderazgos, surge una posibilidad de reconocer la demanda social de renovar las formas de hacer política. Entre ello cabría, mejorar la relación partidos-sociedad civil, así como el fortalecimiento de organizaciones sociales como actores reconocidos. 

Por otro lado, una mejor relación e interlocución entre actores partidistas y no partidistas sería de mutuo beneficio. La inclusión de la sociedad organizada en esta nueva etapa es crucial porque son actores con un conocimiento profundo de las necesidades locales de la población. Estos actores pueden dar oxígeno y ayudar a los partidos disminuidos. Cuándo y en qué estado llega el agua en la sierra de Coro, o cómo se violan derechos en el día a día, lo saben mejor los actores de cada región. Son los que monitorean y brindan asistencia pese a las dificultades. Lo mismo en Tucupita, Maracaibo, o Ciudad Bolívar. Todas esas diversas necesidades y visiones deberían ser parte de la reconstrucción de las instituciones en Venezuela para que puedan ser efectivas. Para ello, la sociedad organizada tendría que construir su propia capacidad, desarrollar sus propios programas y prepararse para movilizar e interpelar al poder. 

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